Puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciéndo viejo, no tengo nada con que impresionar, ni por fuera ni por dentro.
(Adolfo "Fito" Cabrales)



sábado, 16 de marzo de 2013

Larga vida al atletismo popular.

                El que fuera fundador del califato de Córdoba (929-964), Abd al Rahman III, reinó cincuenta años, siete meses y tres días. Cuando falleció, encontraron entre sus papeles personales una lista de los días felices de su vida: solamente catorce, y no seguidos.
                Si Abd al Rahman III hubiera pertenecido a la época contemporánea y además hubiera sido corredor popular, a buen seguro que entre esos catorces días de felicidad que señalaba su lista, se encontraría el día en que finalizó algún maratón: el primero, el de la mejor marca, el que hizo con su hijo, o cualquier otro; existiendo la posibilidad de que hubiera más de uno anotado.
                La participación en las carreras, cual aquelarre que busca elevar a su máxima expresión el estímulo de la producción de endorfinas, constituye para todos los corredores populares  el elixir de la felicidad que, a menudo,  nos hace sentir como califas en día de júbilo.
Volverá el último domingo del mes de abril y con él uno de los mayores “aquelarres pedestres” de España: el  Maratón de Madrid.
Con el objetivo de alcanzar a satisfacer las emociones y sentimientos que esta celebración ofrece,  los corredores populares, una vez  más, se abandonaran a esa suerte de inercia que les hace cumplir con el mismo ritual cada año, a saber: se inscribirán, algunos como en años anteriores, otros por primera vez, pero todos sabiendo que no ganarán. Empezarán a correr la carrera la noche anterior, aquellos que logren conciliar el sueño, soñaran que corrían. Llegará la mañana, se levantaran como un niño en día de reyes: nerviosos e ilusionados. Prepararán la ropa, las zapatillas, el chip  y el dorsal, como si del traje o vestido de su boda se tratara.  Llegarán al Parque del Retiro, intercambiarán saludos con compañeros de entrenamiento y conocidos. Para relajar la presión que supone el cumplimiento de sus íntimas expectativas, se permitirán alguna “mentirijilla” sobre su estado físico.  En la salida volverán a estrenar estado ansiedad. A partir de ahí, emprenderán la aventura que siendo la misma siempre es distinta. Volverán a sufrir la orografía de Madrid con sus consecuencias. Se dejarán abrazar por el cálido aliento que suponen los aplausos y gritos de ánimo del numeroso público que, como siempre en Madrid, espera  apostado en las aceras, dando muestras de reconocimiento del primero al último corredor. Llegarán a meta y en calidad de reporteros improvisados, irán narrando e intercambiando una y otra vez  la escueta crónica de su carrera. Y con la paliza a cuestas “volverá rico a su riqueza, el pobre a su pobreza y el señor cura a sus mismas”; cada uno con su bagaje y todos pensando en el año próximo.  
 Decía el Doctor George Sheehan <<Por cada corredor que recorre el mundo participando en maratones, hay miles que corren por el gusto de escuchar las hojas y la lluvia y que esperan que llegue el día en que les resulte todo tan fácil como a un pájaro volar. Para ellos el deporte no es una prueba, sino una terapia; no es un desafío, sino una recompensa; no una pregunta, sino una respuesta >>. Cada corredor que recorre el mundo participando en maratones o simplemente corriendo anualmente el de su ciudad, también le gusta escuchar las hojas y la lluvia. Para ellos la prueba en sí misma es una terapia, y la sensación de plenitud cuando se vence al desafío es la recompensa. Probablemente  sea más ambicioso su anhelo por alcanzar semejanza con un pájaro: buscan levitar, y son muchos los que lo consiguen. Para comprobarlo solo hay que pararse y esperar en la meta de cualquier maratón. El brillo de los ojos, en algunos casos traducido en llanto incontenible; los brazos y la mirada al cielo con gestos indicativos de  “va por ti”; o el largo abrazo al compañero, amigo o familiar, son signos o gestos que evidencian que el triunfo sobre el reto planteado ha provocado en el corredor un estado de éxtasis que en contraposición a la fuerza de la gravedad le han hecho conocer las sensación de levitar.
La práctica de la carrera nos proporciona momentos que nos hace sentir felices y mejores. Por ello, sin ambages,  tenemos que encumbrar nuestra afición en la medida que lo merece: ¡¡ Larga vida al atletismo popular !!.    

7 comentarios:

  1. Enhorabuena, Tomás. Y gracias por ´´regalarnos´´ este blog.
    un abrazo, siempre agradecido. ayala

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  2. Enhorabuena Tomás!! que el cuerpo nos siga aguantando muchos años para seguir escribiendo, leyendo, aprendiendo, corriendo, karateando, o lo que la vida nos regale!!

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  3. Me encanta, te lo dice un maratoniano con 51 terminados en todos los continentes. Aqui tienes un seguidor fijo.

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  4. Pon una ventanita para poder ser seguidor tuyo y ver lo que vas publicando.

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  5. Me encanta que te hayas decidido a publicar en un blog lo que escribes. Me encanta como escribes... muy bien. Consigues transmitir con emoción el amor que sientes por el atletismo. Tanto, que casi me están dando ganas de ponerme a probar!!!.
    Besos. Una incondicional!!!

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  6. Enhorabuena compañero! Ya te tocaba tirarte a esta piscina. Ahora tendrás que alimentar estas huestes, ávidas de conocimiento, datos( tiempo/vuelta), tatuajes/cm, marcas de calcetines, batidos de proteínas, horas de entrenamiento/día...
    ¿Serás capaz de tumbar algún mito.¿

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  7. Enhorabuena Tomás, este tipo de iniciativas siempre son bien recibidas por los que somos unos enamorados del deporte amateur.
    José Miguel

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