Puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciéndo viejo, no tengo nada con que impresionar, ni por fuera ni por dentro.
(Adolfo "Fito" Cabrales)



viernes, 3 de enero de 2014

Abraham, un grunge de corazón blando.


- Tendría tu edad, más o menos, papá. Dejó la mochila que llevaba en medio del pasillo que formaban las dos filas de gente que esperábamos para pedir.  Comenzó a hablar en voz alta intentando hacerse oír entre  el murmullo de la gente y la voz, amplificada por la megafonía, de los dependientes  que pasaban los pedidos a la cocina. Contaba, con la voz quebrada, que no tenía dinero para desplazarse a Valladolid a ver a su madre que estaba enferma, que agradecía cualquier tipo de ayuda ya fuera dinero o comida.
- ¿Cómo reaccionó la gente?
-  Los que se atrevían a mirar, lo hacían como si estuvieran asistiendo a una representación. El resto mostraba una indiferencia forzada.
- ¿Tú qué hiciste?
- No sé papá, ver a aquel hombre, que tendría tu edad, más o menos, llorando como lo estaba haciendo y suplicando ayuda…..  No podía dejar de mirar a esos ojos vidriosos, llenos de lágrimas. Comentaba en voz baja un hombre, que estaba cerca de mí en la fila, que mucha de esta gente vive de fingir estar necesitados.
- ¿Qué pensaste?
- Esos ojos, papá, esos ojos llenos de lágrimas. Estoy seguro que no fingía.
- ¿Le ayudó alguien?
- No. Después de esperar un rato, lo pensé y decidí hacerlo.
- ¿El qué?
- Me aparté de la fila y le di los dos euros que tenía para comprarme la hamburguesa y la Coca-Cola.
- ¿Qué sucedió entonces?
- El hombre me abrazó, empezó a llorar con más fuerza y a darme las gracias sin parar.
- ¿y después?
- Salí a la calle pensando si había obrado bien.
-¿Qué duda tenías?
- No sé, igual aquello que decía el hombre de la fila era cierto y resulta que me había dejado engañar.
- Hiciste lo que la conciencia te dictaba. Si aquel hombre fingía era su problema.
-Papá no fingía, aquellos ojos vidriosos llenos de lágrimas…… tenía tu edad, más o menos, papá, tenía tu edad

                No es esta una historia a modo de cuento de navidad inspirado en Qué bello es vivir. Le sucedió a mi hijo, Abraham,  hace dos semanas, en el Burguer King de Alcalá de Henares.

               Abraham  tiene dieciséis años,  es un músico en ciernes y le adorna una estética de grunge indómito que le ha valido para  familiarizarse, a su corta edad,  con que la policía o la guardia civil le paren para cachearle. Sólo hace falta intercambiar con él dos frases,  para darse cuenta que el indicio de malote de la indumentaria, no se corresponde con este chaval  que empatiza  con la desgracia ajena hasta hacerse daño.
                Ver como tu hijo se hace un adulto con un criterio propio y comprometido, solo es comparable a la inenarrable  sensación que se tiene cuando le oyes hablar por primera vez o le ves dar sus primeros pasos. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Este es el monólogo al que sometí a mis compañeros de las clases de karate de Campo Real y Arganda en la cena de Navidad del pasado año.
Espero poder seguir haciéndolo todos los años, mientras el cuerpo aguante y vosotros, compañeros,  me aguantéis a mí.

 http://www.youtube.com/watch?v=1UPLzeXRp7E

jueves, 3 de octubre de 2013

José María Ecija (Becerra). Lucha y pundonor.


    En abril de 2.009, volví a tener el privilegio de que una revista como corricolari me publicara un artículo.
    Para mi supuso una alegría por partida doble, por un lado la de volver a ver publicado algo escrito por mí, y por otro lado la de hacer público el reconocimiento a un luchador de la vida y del deporte como es José María Ecija.
  José María actualmente está lesionado. Espero que esta entrada le sirva como inyección de moral para que dé un buen empujón a su recuperación. Le echamos de menos en el grupo y todos deseamos que se restablezca pronto. 
          
              


martes, 27 de agosto de 2013

EXAMEN DE CINTURÓN NEGRO DE KARATE (II) (El desenlace)

                El vestuario está a reventar, solo cabría más gente si nos abrazáramos, no es problema, podrías soportar el más lascivo de los restregones y ni te inmutarías; vives totalmente absorto en el examen.
                El primer ejercicio  de calentamiento es el que  haces  para alcanzar la puerta de salida del vestuario. El segundo es el que haces de regreso, una vez que te percatas que tienes la vejiga   como un balón de playa.
                Sigues con los ejercicios de calentamiento no planificados. Esta vez se trata de un sprint a la puerta del vestuario femenino, donde acabas de ver a tu novia, si,  a tu novia, a la que después de mucho insistirle has traído disfrazada de karateka para que pueda asistir al examen y compruebe de qué pasta esta hecho su chico. Con tu karategui puesto con seis vueltas en mangas y pantalón, sus gafas de sol sujetas en la cabeza, las pulseras puestas  y el nudo del cinturón lo mismo que si la hubieran envuelto para regalo en El Corte Inglés,  parece a Paco Clavel disfrazado de tortuga ninja. La retiras los abalorios y la colocas el cinturón con el ánimo de hacerla pasar desapercibida, pero eso no es posible; te acabas conformando con que parezca una aspirante más a cinturón negro.
                Nadie sabe si le va a tocar salir el primero o el último pero todos calentamos como si fuéramos a salir de inmediato. Esto pierde la lógica cuando después de conocer en qué orden sales, entras en bucle: Calientas, preguntas al enlace del tatami cuantos te quedan, vas a mear y calientas. Te has quedado parado un momento y un voluntarioso compañero de clase se acerca y te dice:

-          Pero muévete un poquito hombre, que con el que va a salir ahora no te quedan nada más que siete. –

Tú, que con el tiempo de calentamiento que llevas, estás a punto de ebullición, le das las gracias por no darle un zuki (golpe de puño).


Has pasado el momento más angustioso,  aquel inmediatamente anterior a tu salida, cuando sin saber por qué acudes, como en tu preparación de deportista de élite (léase la  entrada anterior),  a la visualización. En este caso visualizas como sales al centro del tatami y se te olvida todo, además de verte como te caes de culo en mitad del kata; todo esto acompañado de un sudorcillo frío y un cante intestinal por soleares. Todo muy agradable.
Escuchas tu nombre como si lo hubiera pronunciado Placido Domingo, sales al centro del tatami y te encuentras en frente a cinco señores vestidos como los niños de San Ildefonso. Dos de ellos, te están mirando, otro inclina la cabeza intentando disimular un bostezo, un cuarto está mirando por encima de las gafas al tatami de al lado y el que queda charla animosamente con alguien, también vestido como si fuera de boda, que en ese momento pasa por detrás.
Realizas tu examen, durante el que has perdido la noción espacio-tiempo. Sales y el grupo de compañeros y anexos se te viene encima felicitándote por lo bien que lo has hecho y dando por sentado que apruebas, son los mismos que si suspendes dirán que eso lo sabían ellos desde el primer waza.  
Formas para saludo, van a dar los resultados de la fase técnica.  Aumentas la presión del  esfínter a  veinte atmósferas y  te aflojas cuando oyes tu nombre seguido de la palabra APTO. Has conseguido más de la mitad del examen, ahora queda el resto.
                Dos combates de jiu-kumite (combate sin interrupción) te separan del objetivo. La suerte en los emparejamientos, a bote pronto, te parece dispar. Uno de los contrincantes, el que tiene cara de bonachón,  te saca la cabeza y quince  kilos de peso; el otro es pequeñito y tiene cara de mala leche.
                Mientras estás esperando para salir te arrancas y pegas la hebra con el primero que te toca: el grande. Le ves asequible y atacas.
-          Oye, digo yo, que vamos a ir tranquilos, sin complicarnos la vida. Trabajando y dejando trabajar. ¿Qué te parece? –
Parece interesado en la propuesta.
-          Por mí perfecto, mejor así, tranquilitos   -
Empieza el combate y empiezas a botar, con mucho estilo, comenzáis a hacer técnicas que la más próxima se queda a medio metro, eso sí, con mucho estilo. Ha pasado un ratito y empiezas sospechar que este yo te doy cremita tú me das cremita no va a llegar lejos.
                Se oye el silbato y te parece oír una voz que dice ¡que se besen!, el subconsciente te traiciona, no es ¡que se besen!, es ¡que se acerquen!. Es el presidente del tribunal que os reclama  en la mesa.
-          Vamos a ver, la guitarra y el poncho me los he dejado en casa, con lo que vamos a dejar para otro día cantar todos El himno de la alegría cogidos de la mano -
-          Hagan karate que es para lo que han venido aquí –
Se termina el rapapolvo y acto seguido se abre la veda. El cuarenta y cinco del grandullón golpea contra  tu mejilla derecha moviéndote buena parte de los empastes. Ese pequeño estímulo pone en alerta todos tus sentidos. Tu orgullo clama venganza y te lanzas cual kamikaze contra el que hace un momento era tu grácil compañero de examen. Finaliza el combate. El ímpetu de tu mosqueo ha logrado equilibrar el resultado, de la misma manera que tu incapacidad ha provocado que hayas molido a patadas futboleras el culo de tu oponente; en el denodado intento de devolverle la patada que encajaste.
Aprovechando la inercia de la mala leche que te ha producido el primer enfrentamiento realizas el segundo de manera notable. Te ha quedado claro: no más pequeños estímulos.    
Ha llegado el momento cumbre. Formas de nuevo para saludo. Van a dar los resultados definitivos. Vuelves a escuchar tu nombre seguido de la palabra APTO, si, APTO. Te acercas al tribunal, con la sensación de levitar que provoca tu estado de ánimo. ¿Qué recibes como muestra conmemorativa de tu logro?.... un Pin, si un pin, un pin que guardarás como si fuera una insignia de oro y brillantes. En el estado de euforia que te encuentras le darías  un pico, pero te limitas a estrechar con fuerza la mano del presidente cuando te felicita y es que te sientes la persona más feliz del mundo.

Este es el comienzo de una bonita y tortuosa historia de amor. Anunciarás y proclamarás durante un tiempo que jamás volverás a examinarte. Este convencimiento irá perdiendo fuerza  a medida que sigas entrenando y asistas al avance en los grados del resto de tus compañeros. Te volverás a presentar, aprobarás y volverás a proclamar lo mismo y así hasta que EL CUERPO AGUANTE.

martes, 6 de agosto de 2013

EXAMEN DE CINTURÓN NEGRO DE KARATE (I) (Preparación y Prolegómenos)


 Existen dos paralelismo entre las relaciones sexuales y los exámenes de cinturón negro: uno  que entrenas la técnica tú sólo mucho tiempo antes del examen  y otro que la primera vez es cuando más nervioso te pones. El resultado siempre es incierto, así en algunos casos sale bien y en otros te dejan para la siguiente convocatoria. 
De todos los exámenes para cinturón negro, el primero, es el que más tintes de comedia presenta, os cuento:
Todo empieza un día de clase como cualquier otro, pasas al vestuario, saludas a la parroquia y entras en el tatami, dónde está el Sensei (maestro), en este caso Julián, que tras devolverte el saludo te dice:

- El día trece de diciembre hay examen para primer dan-

A lo que tú, que no sabes por dónde te ha entrado, le contestas:

- Muy bien. ¡Suerte a los aspirantes! –

Julián persevera:

- Digo yo, que alguna vez te tendrás que examinar, ¿o vas a estar toda la vida de marrón? –

Tú aparentando aplomo le dices:

- Sí, yo tengo previsto examinarme, pero preparándolo con tranquilidad: empezar a comienzos de año tranquilamente, sacar durante la primavera el examen sin prisas, asentarlo en verano, y en otoño, sin precipitaciones, presentarme a examen.-

        John Wayne en El hombre tranquilo. 
        
Hay que decir que el significado de tu exposición es otro muy distinto al puramente etimológico, es decir, si admitiera traducción al decir sincero, vendría a ser:

- Mira Julián, me gustaría, pero tengo más miedo que siete viejas y como no sea con la guardia civil yo no voy a examen-

Julián no domina idiomas, exclusivamente habla dos: español y por teléfono, pero mira por donde, lo del decir sincero lo traduce en simultáneo, con lo que, no sabes que es peor, si que te lleve la Guardia Civil a examen o que Julián haga gala de su facultad de moviola y repita la jugada tantas veces como sea necesario hasta que tú, rendido, aparezcas con tus noventa y cinco pavos dispuesto a pagar las tasas de examen o a un sicario que le elimine.



Has soltado los noventa  y cinco pavos y a partir de ese momento es cuando sabes a ciencia cierta que irás a examen. Mentalmente te comienzas a preparar, tú que no te has visto en otra más gorda, de repente te pones en situación y te conviertes en un deportista que va a hacer algo importante, vamos,  un deportista de élite; de la élite de Arganda, Campo Real,   Loeches o Velilla de San Antº, da igual, de élite.
Como buen competidor de élite, utilizas técnicas de última generación para preparar el examen; recurres a la visualización. Empiezas a preparar el examen. La pierna,  ¿qué voy a hacer de pierna?, visualizas: Mawashi, Ura-mawashi, Ushiro, Ushiro-mawashi, que coño, Ushiro-mawashi en salto; que visualizado queda como Dios. Que bonito queda. Ahora lo vas a poner en práctica. Tú, con las mismas facultades que el pirata pata palo, que no te ha puesto la ONCE un quiosco por que no te han visto, empiezas a darle vueltas y chico que no hay manera, que lo de la visualización está muy bien, pero te falta transmisión.
Así, después de realizar el viaje de retorno desde visuilandia a Arganda, llegas a la conclusión de que tu eres un especialista de la patada cojonera,  esa, si hombre, Kin-Geri y que donde te sales, que te lo han dicho más de una vez, es con Iza-Geri; así es que no se hable más: marchando un waza de pierna para un paralítico.

         Después de la experiencia, has decidido abandonar la visualización hasta que te hagas mirar lo de la transmisión. Continúas con el examen y llegas a la técnica emparejada. Lo primero que haces es elegir a quien te parece que va a resaltar la fantástica técnica que, sin visualización, has preparado. Empiezas las conversaciones con el elegido y le cuentas lo que tienes preparado: izquierda atrás, suki (ataque de puño directo)  jodan (a la cabeza) pin pin pin y yo acabo con empi (ataque de codo) chudan  al estómago. El otro que normalmente suele ser  de un grado mayor, se lo está oliendo e intenta disuadirte:

 -¿No sería mejor que después de la defensa, me tocaras un poquito la pierna para barrerme, yo me tiro al suelto y desde arriba, con leve contacto, me marcas?-

-Que no, que no, que Julián me tiene dicho que yo lo del empi lo llevo muy bien; yo empi.

Total que al uke le ha quedado claro que va a correr algún riesgo.  

Campo Real, sábado por la mañana a dos semanas vista del examen, Julián:

-A ver la técnica emparejada-

Delante de toda la clase, tu vas a demostrar quién eres tú. El uke pierna izquierda atrás, suki jodan, pin pin pin y yoko-empi chudan al estomago, pero… ¡yoko-empi chudan!. El uke emite un sonido gutural parecido GRRRRRRRR!. Lo que el resto de la clase interpreta como una demostración de concentración y zen puro, no es si no la exteriorización del esfuerzo que ha tenido que hacer para no poner perdido de Cola Cao con galletas a Julián que estaba en frente. Impresionante.

Como toda buena comedia, esta cuenta con su parte surrealista. Llevas entrenando el examen dos meses, se aproxima su fecha y comienzan los simulacros, es decir, Julián, al que estas harto de ver, hasta en pelotas, se pone delante de ti y con cara de acelga y dos tonos por encima del habitual te dice:

-Fulanito, examen-

Se te acelera el corazón, te tiemblan las piernas y tienes que aguantarte un repentino e inoportuno gas. Aquí empieza el muestrario de piezas surrealistas:

Realización: El primer simulacro tiene unos resultados catastróficos: corres como Fernando Alonso, desvirtúas la técnica hasta hacerla irreconocible en algunos casos,  e incluso te equivocas en el kata que has repetido tres mil veces en los últimos sesenta días.

Conclusiones: Julián pide opinión a los cinturones de mayor grado, de todas las consideraciones la mejor siempre es la de algún buen colega, quién después de haberte visto hacer un examen con el que tú no aprobarías ni a tu propio padre dice: -para mí esta bien-.

Orientaciones: Del Sensei, una muy habitual: -¿por qué no respiras cuando haces las técnicas?- Una contestación de un aspirante genial: -por que cuando respiro me ahogo-. Este episodio lo podría rubricar Julián con un: -pues como te ahogues te mato-.

Ha llegado el gran día y aquí descubres lo poco dueño que eres de tu organismo cuando el estado de ansiedad está al mando de tus emociones. Son varias la manifestaciones, según seas, entre las más significativas están:  la inapetencia alimenticia y de otro tipo, esta última acreditada por la reducida dimensión que presenta aquello  en la primera meada del día que suele ser cuando más en forma se suele manifestar; desarreglos intestinales, típica cagalera murciana con la que tienes la impresión de que te vas a dar la vuelta como un calcetín; polaquiuria, ¡si¡ que te meas toito entero, y alguna otra que por ser menos importante pasa más desapercibida.

En el trayecto hacia el lugar del examen, vas recibiendo el ánimo de compañeros, conocidos y desconocidos, estos últimos se suman al coro de voces cuando después de preguntar quien se examina tú levantas la mano. Todos, con la mejor de sus intenciones, se habilitan de expertos Senseis para acabar coincidiendo todos en la misma consigna: la frase tu tranquilo que ya verás como apruebas, acompañada de un manotazo a la espalda; con alguna excepción, eso sí: -¿Es la primera vez que te presentas?, no te preocupes, hasta que llegues a la cuarta como llegué yo todavía te queda-. 

Ya estás en el lugar del examen y.................. continuará.

lunes, 6 de mayo de 2013

Ultra Papis

         No es la primera vez que un sábado, en día de sol, cerca de mediodía, cojo la bicicleta y doy una vuelta. Casi siempre hago una parada en el polideportivo donde, desde muy pronto, se suceden partidos de fútbol de categorías inferiores: infantiles, cadetes o juveniles.
         Es recurrente la sensación con la que llego al polideportivo y con la que me voy. Cuando llego pienso que esa vez será diferente y no sucederá y cuando me voy llevo el mismo disgusto que la vez anterior.
         Y es que no hay nada más bochornoso que asistir al lamentable espectáculo que supone el comportamiento de buena parte de los padres (como plural de padres y madres), durante los partidos. El insulto al árbitro, un adolescente de no más de dieciséis o diecisiete años, forma parte del protocolo de actuación; estoy seguro que no entenderían el partido sin este “aliciente”. El tono del insulto aumenta en la medida que el resultado se aleja de lo esperado. Resulta patético ver como un adulto recrimina a un chaval de doce o trece años como si este también lo fuera. El ambiente de tensión que se genera  entre las aficiones de ambos equipos, compuesta en su mayoría por padres y familiares, se hace irrespirable.
Esta claro que en la conciencia de estos papás lo de menos son los beneficios que reporta la practica deportiva a edades tempranas:     facilitar y mejorar el desarrollo físico, así como incidir de forma positiva en el proceso educacional y de socialización de los chavales; mediante la transmisión de valores como el respeto, el esfuerzo, la constancia, el compañerismo etc..
Para estos papis la victoria del equipo en el que milita su hijo es importante en la media en que la actuación de este sea destacada; si no es así el éxito del conjunto no les reporta demasiada satisfacción. Han hecho una valoración, carente de objetivdad, que sobreestima las condiciones del chaval y esto provoca su actitud, producto de la tensión que les origina ver amenazadas las exageradas expectativas generadas. Son incapaces de entender que lo importante es que su hijo disfrute practicando deporte, con los beneficios que ello le reporta.

Si bien es posible que este escenario se repita en otros deportes o actividades, es evidente que es en el fútbol donde se manifiesta con mayor virulencia. Estos “ultra papis” entienden normal su comportamiento, por que toman como referencia, al igual que sus hijos, el comportamiento de las figuras que idolatran; esas figuras que omitiendo la responsabilidad que supone ser esa referencia, tienen a gala producirse en cada partido de manera zafia, con la vitola del astuto machote.
La imitación es uno de los motores esenciales del aprendizaje humano. Los hijos de estos "ultra papis" imitarán la conducta que observan en sus padres, garantizando, desgraciadamente, la continuidad de estos comportamientos.
                       
El antídoto a esta “epidemia de comportamiento deplorable” está en la cultura. Como la acción de este antídoto, de momento, se antoja lenta, sirve como alivio sintomático conocer que se dan casos como el que me contó Álvaro, un compañero de entrenamiento y ex jugador de fútbol de nivel.
Estaba Álvaro viendo un partido de chavales cuando uno de los jugadores, sin balón de por medio ni jugada próxima, le propinó un codazo a su par que hizo que este cayera al suelo sin respiración. El padre del agresor, que estaba viendo el partido desde la grada, al observar la acción, de inmediato se dirigió a su hijo ordenándole de forma categórica que abandonara el campo. El cabreo del padre hacía totalmente inapelable su decisión, así lo entendió el entrenador que ni se acercó a pedir explicación alguna. Nadie se atrevió a decirle nada a ese padre irritado salvo Álvaro, que se permitió estrecharle la mano y felicitarle por su ejemplar comportamiento.

domingo, 14 de abril de 2013

El último campeón blanco.

Fue a principios de los años ochenta, cuando se empezó a fraguar lo que a la postre se tornó en el dominio africano, abrumador e incontestable, en las pruebas de atletismo de fondo a nivel mundial.
 La incorporación de los africanos supuso un cambio, si cabe, más radical en el panorama del cros, donde la superioridad africana relegó al papel de mera comparsa la participación del resto de los atletas no africanos en los campeonatos mundiales.
En categoría absoluta, el  portugués Carlos Lopes, en el año 1985 en Lisboa; así como en categoría junior, el español Pere Casacuberta en el año 1.984 en Nueva York, fueron los últimos campeones del mundo de cros no africanos.
         Catalán de Vic, nacido en 1.965, Pere Casacuberta, a sus 19 años, era en el año 1.984 una figura del atletismo en ciernes. Por aquel entonces Pere trabajaba como operario en la fábrica de embutidos que la marca Casa Tarradellas tenía en su pueblo.
         El alcalde de Vic tuvo que interceder ante Casa Tarradellas para que Pere pudiera viajar a Nueva York para disputar el campeonato del mundo.
         Ya en los campeonatos mundiales de los años 1.982-83 los juniors etíopes habían hecho doblete. La armada africana ya había comenzado a copar los puestos de honor. La victoria de Pere en la fría edición de Nueva York 1.984, doblegando al sprint al etíope Doju Tessema, fue una gran sorpresa y una enorme alegría para el atletismo español; este chaval apuntaba a lo más alto.
         Ocho meses más tarde, un fatídico accidente laboral truncó la carrera de Pere. Una vagoneta aplastó su tobillo en la fábrica en la que trabajaba. Volvió en 1.986, ganó la cursa de El Corte Inglés, pero no pudo llegar de nuevo a la élite.
         Desde 1.985, ningún corredor blanco ha vuelto a ser campeón mundial de cros, la única excepción al dominio africano, fue el bronce del corredor americano Dathan Ritzenhein en el año 2.001. Esto pone en perspectiva el logro de este español, catalán de Vic, víctima de un fatal accidente, consecuencia del mezquino apoyo que el país al que pertenece prestaba, por aquel entonces, a sus deportistas; con excepción hecha de los futbolistas.
         Creo sinceramente que no es exclusivo de la época actual la aparición de talentos deportivos en España, el matiz diferenciador es que actualmente se dan, sin llegar a ser óptimas, las condiciones  para poder acceder, si se tiene madera, a lo más alto.
         Un grupo musical de su ciudad  ha hecho un video, a modo de homenaje, en el aparece Pere intercalado con imágenes de aquella mítica carrera. Aquí os dejo el enlace: http://vimeo.com/37368746.